Hola, Reader.

Estaba escuchando a la piscologa Elsa Punset hablar sobre la esencia del ser humano y en qué somos diferentes de la IA cuando hizo mención a la antropóloga Margaret Mead. A la antropóloga le preguntaron cuál era el primer indicador de una civilización: ¿una pieza de arcilla? ¿un trazo? Mead respondió el primer indicio de la existencia de una civilización era un fémur roto y sanado.

Este hueso es fundamental para la movilidad. Con un fémur roto, no caminas. Según Mead, una civilización que cuidaba a los heridos les aseguraba poder continuar caminando, es decir, seguir vivos. El hueso mostraba cómo la empatía, la compasión, la supervivencia en comunidad son rasgos propios de los seres humanos.

Elsa Punset compartió esta referencia en este podcast. Me encantó y me puse a investigar: quería compartirla contigo con todos los datos.

Ahí fue cuando descubrí, en diversos sitios web que se dedican a verificar fuentes, que la atribución a Margaret Mead no está clara. Al parecer, la cita se la atribuyó un asistente a una de sus charlas, que la incluyó en un libro publicado después de que Mead falleciera, con lo que la antropóloga no pudo confirmar o rebatir la atribución.

Saber quién dice qué me parece tan fundamental como entablillar el fémur roto. Los humanos no creamos partiendo de la nada: leemos, escuchamos y nos empapamos de la obra de otros seres humanos. Lo suyo, hasta ahora, era citarlos: incluir la bibliografía consultada en notas a pie de página o al final.

Hoy sin embargo muchos modelos de IA obvian citar las fuentes de las que obtienen la información que nos ofrecen. De hecho, no sabemos siquiera qué contenidos se han empleado para entrenar estos modelos.

Se pierde la trazabilidad: ya no sabemos quién dijo qué. La autoría no importa: todo es atribuible, copiable, todo es regurgitado.

Por lo tanto, nadie es responsable de nada.

Vamos a ver cómo recomponemos esta trazabilidad rota, como el fémur.

Si quieres, cuéntame qué opinas respondiendo a este correo.

Nos leemos,

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